ISMAEL BENÍTEZ FLORES
Su famoso piso ajedrezado de colores cobalto y orina es suficiente para describir al Departamento Vitae.
Hay gran concurrencia. Un par de empleados del Departamento, apresurando sus movimientos como patos tras comida, ingenian secuencias de organización. Van y vienen entre las extensas filas, vivas, impacientes.
En la ventanilla 3, la menos saturada, el hombre que es atendido redunda sobre el llenado de formularios. Requiere cinco copias certificadas de su Complemento de Vástagos. Las exige con ajustes a la redacción y otros caprichos. La expresión de la joven que lo atiende es igual a la de una jirafa mascando hierba. Al menos ese símil convence a la mujer del próximo turno, quien encabeza esa fila. Se llama Ada Cetrina.
En la ventanilla contigua las operaciones avanzan con agilidad hasta que el ritmo se entorpece por un risueño encorvado. La sordera de este tejón altera la paciencia a tres metros a la redonda. A sus espaldas, a justa distancia, Flavio Lozano masca algo. Él aguarda su turno con una maleta negra, como si fuera a documentarla en el aeropuerto. Está situado a la derecha de Ada, a la misma altura.
En principio, ni Ada ni Flavio se atreven a aprovechar su situación espacial para emprender la comunicación. Ambos vagan en sus percepciones.
Ada enjuicia el pantalón casimir y el suéter moteado de Flavio. Tal vestimenta le sugiere un carácter acartonado, servicial, de quien ha vivido para atender a otros. Le resulta familiar su modo de mascar, pero nada la atrae más que el volumen de su maleta. Un gran bloque de lástima. En su opinión, divergente de la mayoría, es la medida de la carencia de acontecimientos sustanciales vividos; es una patética justificación.
En el Departamento Vitae son comunes las maletas, basta fijarse en el gentío. Los interiores acumulan excentricidades utilitarias para los biógrafos. Casi en todos los casos resultan inesperados: alguna mascota disecada, un repositorio de óvulos, el certificado de una colección magistral, poemas tallados, pasaportes, muestras de tierras sagradas, alhajas, discos duros repletos de imágenes y videos, piedras.
Por su parte, Flavio ha advertido a Ada desde antes de ser punta de fila. Su ostentación lo ha incomodado. Ha tratado de mantenerse indiferente pero la asocia con un pez, y él repudia a los peces, sobre todo a los de agua dulce.
—Atención, atención, atención. Señoras y señores: ha fallado el sistema. Los servicios para Biografías, adquisición de Complementos o Modificaciones, se reanudarán en cuanto los ingenieros corrijan el problema. El personal de Departamento Vitae desconoce el tiempo de restablecimiento…
Este mensaje por dron-altavoz todavía no concluye cuando se avecina una ola de quejas. Los cristales de las ventanillas de atención se opacan por ambos lados por vahos de incertidumbres. A nadie le conviene que Departamento Vitae pause operaciones a esa hora. Es una locura cancelar los servicios para la gente con TacTic; además, cinco minutos de retraso significan un acumulado de semanas extras de trabajo.
El tejón sordo de la ventanilla 4 propaga el nerviosismo general. Si en su día a día lo caracteriza la ansiedad, ahora actúa como un chimpancé amenazado. Tergiversa el comunicado mal escuchado. Grita demandas, arremete, lanza consignas políticas. Viejos y viejas, como gruyas, aletean para que se calle, olvidando que contribuyen al descontrol.
Las filas colapsan. No obstante, la cercanía azarosa entre Ada Cetrina y Flavio Lozano perdura.
—Qué barbaridad. Estos servicios deberían ser prioritarios —se dirige ella a él.
Flavio cabecea afirmativo.
—¿Qué le parece, amiguito? Toda la vida trabajando y pagando impuestos para que, ahora con nuestros TacTic activados, padezcamos estas penurias. ¡Por amor de Dios! ¿Dónde está el presupuesto para el respaldo y seguridad de los sistemas? Yo no sé cómo van a vivir las nuevas generaciones…
Flavio tritura lo que tiene en la boca. Se traga la mitad; el resto lo sigue mascando.
Toda su vida laboral se encuadra en una pequeña empresa de drones vintage. Venta, mantenimiento y reparación. Su labor ha consistido en administrar los inventarios de modelos y refacciones. La monotonía ha endurecido su opinión respecto a las ideas predominantes de su época, donde la cibernética se jacta de auto corregir sus propias inconsistencias en aplicaciones de toda índole. Flavio Lozano cree en la estupidez humana: por más innovaciones al hardware y software de los drones, siempre existirá el cliente que los adquiera sólo para fotografiar al gato huraño del jardín, o para ponerlos en manos de sus hijos en preescolar quienes, a propósito, los estrellarán contra la casa, si hay suerte. Así, su razonamiento tajante, generalizado en cuanto a f-a-l-l-a-s, tiende a controversias filosóficas sobre soberbia intelectual o justificaciones. Este hombre con aparatosa maleta negra podría jurar que la causa de todo es un café derramado sobre algún sistema central.
—Esperemos que se arregle pronto —responde.
—¿Usted por qué tramite viene, amiguito? —vira la charla, Ada.
—Biografía —suelta Flavio sonrojado, desprevenido.
—Uy, el trámite más engorroso —aflauta su voz—, y costoso. Yo vengo por un Complemento. Por el Complemento de Matrimonio.
Le estrecha la mano a su interlocutor, turbado por relamerse el sabor dulce que ha brotado de su paladar.
La Biografía es el trámite estrella del Departamento Vitae, aunque el menos adquirido debido a su complejidad y posibilidades. En síntesis, consiste en la creación de contenidos, sucesos extraordinarios que se concatenan con anécdotas seleccionadas de la vida de su solicitante. Estos contenidos se insertan en Apartados personalizados. Por ejemplo, está el Apartado de Título, todo un soporte creativo en función de otorgar valor al nombre propio: nombramientos, árbol genealógico, herencias, heráldica incluso, cosas por el estilo. Con previa especificación, Departamento Vitae idea los Apartados, los registra y los conjunta. El alcance de tales procesos es la legitimidad histórica. Y la reputación.
A la vez, la Biografía cuenta con dos modalidades: la Joya, o el certificado oficial de este paquete de servicios en libro impreso, con bello encuadernado; y el Vaciado, el implante cerebral con la Biografía encriptada en un programa de súper realidad virtual que permite la apropiación de los sucesos extraordinarios durante los sueños. En todo caso, como gesto compasivo, este último es recomendado a quienes ya tienen pronosticada su fecha de muerte, es decir, ya portan su brazalete-temporizador regresivo TacTic.
Todo eso es la Biografía, cuyo costo resulta elevado para el sector de mayor demanda, una población singularizada por las aspiraciones. No obstante, como una iniciativa gubernamental para extender el acceso, se expiden los formatos unitarios de los diversos Apartados a título de Complementos: de Triunfos y Reconocimientos, de Historial Legal, de Patrimonio, de Matrimonio, entre los más populares. Una miríada de solicitudes, por supuesto, corresponde a los Complementos.
—Dígame amiguito —continúa Eva Cetrina sin muestra de discreción— ¿en qué fase se encuentra su TacTic?
Flavio da un corto paso hacia atrás. Estira su suéter moteado por la cintura. Tarda en contestar, lo cual para Ada es revelador.
—Es usted muy precavido, amiguito. Lo felicito por venir sin brazalete. Según las estadísticas, casi todos venimos con el TacTic en verde. Pero qué digo, ¡boba!, claro, si no, imagine la tristeza de venir con el brazalete en rojo para perder las últimas horas formados, o la tragedia lamentable si falla el sistema como ahora.
Prorrumpen lamentos. El parloteo de Ada ha zarandeado las suposiciones de un enjambre cercano a las ventanillas 10 y 11.
El desorden se expande. Sin haber motivos certeros, la desesperación propicia roces, jaloneos, insultos. Los golpes están a punto de surgir cuando las Sombras de Seguridad, como panteras, accionan. Son complejos efectos virtuales. Existen debido a los ingenios de proyección de un circuito cerrado. ¿Su función? Distorsionar las perspectivas mediante ilusiones ópticas. Estos reguladores de multitudes son famosos gracias a su efectividad y debido a que libran a la policía de trabajo innecesario. Así la sofisticación en aplicaciones de orden público. Claro, en términos de prioridades, dicha tecnología es lejana a las necesidades de Departamento Vitae. Por mucho que aumenten los indicadores de la demanda, al presente, los servicios de Biografías y Complementos están considerados por detrás de las artes y humanidades: escaso presupuesto es igual a un deficiente sistema de gestión y operaciones.
Flavio sigue a Ada en cortesía automática, sin saber por qué.
—Y cuénteme, amiguito, ¿qué incluirá su Biografía?
La pregunta impacta directo en su semblante. Flavio es un roedor en alerta. Se lleva algo a la boca. Se ha atormentado con esa interrogante durante los días, noches, meses, años, de cacería de la fiera cifra de siete dígitos equivalente a su Joya y a su Vaciado. Aléjate, víbora, tiene la intención de decir su tartamudeo.
—El biógrafo me dará opciones —se excusa. Lo único que tiene claro es que una vez injertado su Vaciado, su historia abundará de vistas espectaculares, panorámicas, como de un dron.
—Vaya —suspira Ada Cetrina sentándose en un sofá de espera—, a veces uno necesita de esa asesoría. Vea a su alrededor, aquí somos cuervos viejos y, cerrando números, todos tenemos TacTic. Para nosotros, el tiempo es un dios sordo a nuestras súplicas que nos salpica de reminiscencias. Ya me puse poética —toma asiento—. A lo que voy es que con el tormento de la cuenta regresiva, uno llena de disparates los Complementos. No me va a usted a creer, amiguito, pero conozco gente que termina asentando que se casó con su perro o que fue feliz en su casa en el Monte de Venus. ¿A nadie se le ha ocurrido que los biógrafos de Departamento Vitae deberían de prestar sus servicios como acompañantes durante la vida, así como alguna vez lo fueron los psicólogos o los mentores? Les convendría. Y nos convendría.
Entonces, de forma abrupta, la mujer se vuelca en un escándalo de hiena. Su interlocutor ignora la gracia. Todos en las cercanías la ignoran, por eso quedan aislados. El remanente de la conversación para Ada y Flavio se desgaja entre el ruido.
Un TacTic se pone en rojo. El dueño del brazalete es trasladado a la salida. Llamen a los servicios de emergencia, grazna una oca que aletea horrorizada. Flavio se pone de pie cuando nota que la maleta del moribundo, un alfil encadenado, queda en el olvido.
—Hace tanto que no me reía así —confiesa Ada secándose las lágrimas—, pero siéntese amiguito, suficiente tenemos con nuestros asuntos. Mire, usted me agrada. ¿Tiene hermanos?, porque…, no, no, olvídelo, no piense mal, es que su forma de mascar…, no, no, siéntese, es en serio —recoge su falda—. Lo que pasa es que las personas como usted, así tan serias, tan propias, que evitan decir su nombre, hacen falta en este mundo. ¿Vio al hombre que acaban de llevarse? Era de su fila, estaba justo detrás de usted. Parecía un loro viejo, patético e impertinente. Vino a morirse en público, mala suerte. Para ser honesta, yo ya estoy harta de infelices como él. Por eso, si algo sé amiguito, es que en mi Complemento de Matrimonio mi esposo va a ser alguien como usted.
—Señoras y señores: los servicios se restablecen. Agradecemos su paciencia. Por favor, procedan a tomar su lugar respetando el orden de sus turnos hasta antes del incidente. Los asesores de Departamento Vitae estamos para asistirlos…
Ágiles, las ruedas de la maleta de Flavio avanzan cobalto, orina, cobalto, orina, hacia la ventanilla 4, llevando a cuestas una rebanada de ausencia. Dentro del aparatoso bloque negro hay espacio disponible para lo concreto, para lo abstracto. Y Ada Cetrina lo sabe. Ella despega sus prominentes nalgas del cómodo sofá. Retoca su maquillaje, se regala tres disparos de perfume desde una curiosa botella, parecida a ella, un pez gato. Arranca su caminata poderosa a exigir su lugar.
—Bueno, somos los siguientes —notifica Ada tras abrirse paso entre el tumulto y encabezar otra vez su fila 3.
La luz de la ventanilla 4 se enciende. Es el momento de la verdad para Flavio. Supone que el mismo nerviosismo debe atacar a los atletas a punto de competir. Para él, los dos pasos hasta la ejecutiva de atención, una gacela eficaz en sus funciones, son astronómicos, pues separan su historia verdadera con su ficción merecida. Los da con escalofriante dignidad. Un estadio repleto, en silencio, es la sensación que registra su cerebro ante la solicitud.
—Vengo a tramitar la Joya y el Vaciado.
Engulle lo que tiene en la boca.
¿Flavio Lozano?, corrobora la atenta gacela el nombre completo. Halaga su apellido, pero ante el ambiguo gruñido que obtiene, prosigue con el trámite de registro y asignación de biógrafo disponible. Durante la asesoría de esto último surge una situación inesperada en el cuerpo de Flavio: arriba de su codo, un escozor lo hace mirar por debajo del suéter moteado. Dos finas líneas verdes, tatuadas, circundan su brazo. Flavio suelta la maleta.
TacTic. TacTic. TacTic.
Dada la naturaleza de Departamento Vitae, la joven gacela, acostumbrada y entrenada para enfrentar este tipo de eventualidades, abandona su ventanilla. Con absoluta exquisitez, como si se dirigiera a un miembro de la realeza, conduce un breve protocolo de felicitación a Flavio, haciendo hincapié en los privilegios de la última etapa de su vida: beneficios en transporte público, promociones de viajes, exoneración de pago de impuestos y, por encontrarse en tales instalaciones al activarse su TacTic, el fabuloso descuento sobre descuento.
—Flavio Lozano —anuncia ella—, la ley le concede el reembolso del cien por ciento.
El tejón sordo preside los aplausos.
Ada Cetrina, temeraria por el privilegio de haber dialogado con el desconcertado beneficiario minutos antes, pide la palabra. La fauna entera la escucha.
—Amiguito —frente a él, pero dirigiéndose a los demás, avienta una solicitud con cola de afirmación o viceversa— amiguito de los drones, será un honor haber sido su esposa.
Cautiva todavía más a la improvisada audiencia a juzgar por el toque dramático que añade a su solemnidad. Es inconmensurable la tensión que crea en el Departamento Vitae. Remata con oratoria melosa.
—Me fascinará leer nuestra Joya, en mi cafetería. Considérelo un regalo de bodas —barniza así la repentina forma de espiral que está por adquirir su Complemento de Matrimonio.
Flavio es ya un reptil. “¿Amiguito de los drones?”. Ella lo conoce… ¿Ya lo conocía? Ella lo aventaja… El “amiguito de los drones” fuerza la contención de las reverberaciones en su mente. Aproxima su maleta, como si quisiera fundirse en ella. Con habilidad desprende una hebra de la manga del suéter moteado y se la echa a la boca. Suda al masticarla, al desenmarañarla. El piso ajedrezado pierde su poderosa cualidad visto así, con su cabeza de camaleón. Flavio implora que cualquier falla técnica rebane al mutismo que lo aguarda.
—Señor, ¿se encuentra bien? —manifiesta la gacela servicial, poniéndole una mano en el hombro y asiendo su maleta con la otra.
Flavio repara en los peces a su alrededor y él detesta a los peces, sobre todo a los de agua dulce al pendiente de su respuesta.
—¿Pueden poner el aire acondicionado? Soy un ser de aire.
Ada Cetrina se engancha con el brazo de la gacela.
—Vean amiguitos, por qué este ser se ha ganado un lugar especial en mi Complemento. Será quien haya criado a todos los hijos que quise; con el que viajé a Madagascar y a Sao Paulo; quien trabajó para mí.
Las cámaras de seguridad de Departamento Vitae capturan cómo las filas de las ventanillas 3 y 4, como todas las demás, reencarnan una y otra vez.
Mientras su TacTic está en ámbar, Flavio Lozano traza un patrón: al llegar a encabezar una fila, gira a la contigua y camina hasta colocarse detrás de la última persona. Durante esos trayectos razona que lo mejor será dejar todo en manos del biógrafo. En ocasiones se enorgullece por su decisión de pagar en efectivo su Joya y su Vaciado, una práctica que se estilaba cuando era niño.
—Señor Flavio Lozano, ¿por qué trámite viene? —protocoliza la gacela con una decadente sonrisa cuando Flavio rompe con el bucle.
—¡Mi maleta, mi maleta! ¿Dónde está mi maleta? —deglute lo que tiene en la boca—, ahí adentro está mi dinero. ¡No es posible, tengo que formarme de nuevo y mi brazalete ya está en rojo!
Ismael Benítez Flores (Ciudad de México, 1985) estudió Ciencias de la Comunicación y Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. He colaborado en diversos medios culturales. Edita una revista digital e imparte un taller de escritura. Ha participado en cursos, talleres, coloquios y diplomados relacionados con la literatura. Tiene publicaciones en línea; también un ensayo incluido en Los discursos de la modernización. Literatura mexicana entre dos siglos (1882-1922), colección Letras Hispánicas, UNAM.