CECILIA AMARO
La obra del genio artístico que juega con la expresión de lo más íntimo e insólito, lleva a pensar el arte, en términos schopenhauerianos, como la flor de la vida que sublima el dolor y la agonía humana. Sólo a través de la expresión del genio se apacigua lo insoportable de la realidad. Al volver la vista en la obra de Albert Camus, el lector se sume en la disyuntiva de clasificarlo como literato o filósofo. Pero al final, admite que no es uno sin lo otro. El arte del escritor consiste en desbordar el fondo en una estructura.
En la novela La peste, Camus invierte el iceberg al mostrar todas las posibilidades, rostros y nombres frente a una situación para reunirse en un único punto: la filosofía existencial del absurdo. La narración le da cuerpo a cuatro debates: el extranjero en voz de Raymond Rambert, el problema del artista y su obra con Joseph Grand, el suicida Cottard como el representante de la gran pregunta filosófica camusiana, y finalmente el hombre rebelde: Bernard Rieux.
Albert Camus en su obra El mito de Sísifo establece que el problema filosófico verdaderamente serio es el suicidio, como aquel acto que lanza las preguntas por la lógica de la existencia y de la muerte. Exalta la paradoja del para qué vivir si el único fin es la muerte. Se vive la desilusión y la desesperación de hacer algo sin saber en qué desembocará. Lo desconocido se convierte en un problema existencial. El humano como péndulo que se arroja al vacío sin saber cuándo terminará su tarea. Un Sísifo que intenta una y otra vez arrojar la piedra con el sentimiento de liberación, pero que baja de nuevo con la ilusión de despojarse de su roca. El hombre se afana en ese vaivén pese a que sabe que lo único seguro es la muerte. El suicida ya sufrió y padeció la desdicha, la incongruencia y la desolación de un mundo que gira constantemente sin razón de ser.
Cottard se siente íntegro y de buen humor durante la peste, porque simboliza el letargo de la esperanza y el divorcio con toda ilusión. Con la peste se habla de un aquí y ahora, de un todo o nada, un ahora o nunca. Al final Cottard cae en manos de la justicia, porque sólo en tiempos de pestilencia, el suicida embona con la sociedad.
Bajo la figura de Raymond Rambert se inserta el problema del exilio terrenal (de su ciudad) y carnal (de su esposa). La pesadilla de no identificarse con la situación en la que, por azar, vive, lo convierte en el personaje desesperado por regresar a casa donde la necesidad del cuerpo está en una persona y el hábito sigue su curso. Es la imagen clara del extranjero ciego que al no tener cabida en ese momento, se aferra al anhelo de salir (su única expectativa). Se percata de la negativa que lo paraliza y lo aleja más de sí mismo y del resto. Así, en el último momento, asume que no es el único en sufrir por su sentimiento de extrañeza, acepta su lugar, como cualquier otro que no pidió estar ahí. Rambert habla como cualquier humano arrojado a la vacuidad, sin salida inmediata, y aprende a esperar. El periodista se hace de la ciudad, el extranjero se integra al mundo.
Albert Camus en El hombre rebelde critica la postura del arte realista. Considera que no hay arte que capture la totalidad de lo real, es decir, que no hace copias fieles de lo que se presenta, faltaría la suma de los detalles para que sea verdaderamente realista. A todo ojo humano se le escapa esa captación. Partir de una antropomorfización es hablar ya de una limitante. Para elaborar un cuadro o un texto, es imposible tratar cada uno de los tonos y matices que se van suscitando, se requiere de una transfiguración. Estos lineamientos redondean a Joseph Grand como un personaje que encara el problema del movimiento artístico: el realismo. Bajo la imagen de un escritor obsesivo por crear la obra perfecta del paisaje que contempla, a partir de la búsqueda de la palabra precisa y exacta.
La peste, bajo la forma de novela, muestra las diferentes posibilidades en las que el humano vive la paradoja de su existencia y las condiciones metafóricas a las que se somete día tras día. La peste remite a la vivencia del absurdo, entendido como sentimiento de espesor y extrañeza del mundo, el malestar ante la inhumanidad del hombre mismo. Es la caída incalculable ante la imagen de lo que se es. El reconocerse extraño ante el espejo, los demás y las fotografías. El absurdo es la contradicción, el divorcio.
Rieux se convierte en el hombre rebelde al ser el recaudador de las historias. Como buen rebelde no emite juicios, sino que vuelca su individualidad en lo universal, es decir, reconoce su dolor en el resto de los hombres. Acepta que la esperanza está perdida, pero su condición se constituye por su único deber: la acción a través del ejercicio de su oficio y la honestidad. El hombre rebelde vive la experiencia absurda[i]. Bernard al despojarse de toda creencia, manifiesta una rebelión metafísica previa: bajó a Dios a la altura humana, lo cuestionó y asumió que sólo en él, Bernard Rieux, queda la responsabilidad de sus actos. En términos de Camus: el hombre rebelde es el hombre situado antes o después de lo sagrado, y dedicado a reivindicar un orden humano en el que todas las respuestas sean humanas, es decir, razonablemente formuladas (Camus, 2013, El hombre rebelde). Si sólo el hombre que teme a su exilio pierde la noción del aquí y ahora, entonces el rebelde observa para comprender y actúa porque comprende.
Camus señala en su Discurso en Suecia de 1957: el mundo no es nada y es todo, he ahí el doble e incansable grito de cada artista verdadero (Camus, 2013, Discurso en Suecia). El escritor crea universos sin ser por ello Dios. Se coloca del lado de la minoría sin ser víctima, se convierte en su vocero pero no se le permite ser juez. Alza la voz de los débiles sin gritar. El artista embellece la podredumbre sin quitarle su esencia. Al novelista, al artista, a ese que crea se le permite y prohíbe todo.
Bernard Rieux es el filósofo de lo absurdo, el escritor que contempló para rebelarse sin juzgar, el narrador que se hace presente como actor y a su vez como el compilador de una catástrofe (la peste) que está a la espera de regresar y alterar la tranquilidad de la costumbre. Es el personaje que enseña cómo se supera el estadio del quietismo para, en términos nietzscheanos, volverse creador de sus valores éticos y estéticos. Muestra un segmento de la realidad a través de la forma novelada, porque sólo con la escritura sublima la tragedia que todo humano vive hasta el final de sus días.
A través de la estructura de la novela se crea un universo de posibles facciones. ¿Qué es, en efecto, la novela –pregunta Camus– sino ese universo en el que la acción encuentra su forma, en el que se pronuncian las últimas palabras, en que los seres se entregan a los seres y toda vida adquiere rostro del destino? (Camus, 2013. El hombre rebelde). Es la filosofía que problematiza la existencia de ese sujeto de carne y hueso que deambula por el mundo sin saber qué rumbo elegir. La propuesta de Camus es producto de aquél que piensa y siente, porque el artista, el creador no está aislado, está en un tiempo y sólo de él debe hablar. Está obligado a darle rostro y nombre a aquello que le acontece. Con la novela, se logra matizar pensamiento, sentimiento y acción y sólo de eso habla el artista.
En La peste se va más allá de la interacción de personajes dentro de una anécdota, es el proceso práctico, bajo un contexto, de cómo un individuo logra rebelarse al mostrar un todo ordenado. Ese es el sentido de la novela, exponer los engranajes de la realidad, lo que padece todo humano: la tensión de la vida frente a la muerte, el deseo desvanecido, la pasión frustrada, la desorientación con sus aromas, formas y colores. El escritor llega al límite a través de lo novelado. El humano se sitúa frente a la experiencia estética de la vida, encuentra el sentido pese a su sufrimiento y asume su extravío.
La novela se convierte en un recurso para extrapolar los defectos que tiene la realidad, sólo con ella se aquieta la angustia y el terror. Hacemos arte acerca de esas existencias. Las novelamos de una manera elemental (Camus, 2013. El hombre rebelde). Si el humano persigue la unidad, entonces la novela es la técnica a usar. Con Camus la filosofía y la literatura se equiparan para hablar a todos y llegar a cada uno de ellos. Ya no es una filosofía que quema, sino una filosofía que cobija.
Referencias
Camus, Albert (2013), “La peste”, “El mito de Sísifo”, “El hombre rebelde”, “Discurso de Suecia” en Obras Completas de Albert Camus, 5 tomos, Traducción del francés por: Rosa Chacel, Luis Echávarri y Miguel Salabert, edición de José María Guelbenzu, Madrid, Alianza Tres.
i] El mal que experimentaba un solo hombre se convierte en una peste colectiva […] esta evidencia saca al individuo de su soledad […] Yo me rebelo, luego somos.” (Camus, 2013, El hombre rebelde).