DANTE VÁZQUEZ M.
Las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio
Franz Kafka
Una mujer aborda el vagón. Se recarga junto a la puerta y mira de reojo a una pareja de adolescentes que se está besando. Detrás de estos un joven lee el periódico. La mujer es guapa, fresca y llenita. Viste una falda que termina a cinco centímetros de sus rodillas, zapatos de suelo, una blusa entallada y un bolerito que resalta el tamaño de sus senos. Lleva suelto su cabello castaño oscuro y un morral colorido cuelga de su hombro derecho. Un señor, con una bolsa negra entre sus pies, la observa a detalle.
El metro se detiene. Se abren las puertas. La pareja, entre risas, se baja. El señor hace lo mismo, pero con el ceño fruncido y un gesto de desconfianza. Ninguna persona más aborda el vagón. Las puertas se cierran. La mujer se sienta junto al joven, saca su celular y hace una llamada. El joven dobla el periódico, se recarga en la ventanilla y suspira. Después de unos instantes el joven se levanta y se acerca a la puerta. La mujer desabotona su bolerito y va tras él. Los sigo. Al llegar a la estación dos policías detienen al joven.