JORGE ÁVILA
Antes de internarme en este laberinto citó al diario venezolano Últimas Noticias:
La Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta que la gonorrea es cada vez más difícil de tratar, “y a veces incluso imposible”. El organismo afirma que esto se debe a la creciente resistencia de esta enfermedad de transmisión sexual ante los antibióticos, especialmente a “los más antiguos”, que suelen ser más baratos. La OMS, que basó su estudio en datos de 77 países, estimó que la dolencia es contraída cada año por 78 millones de personas. De ellas 35, 2 millones residen en la región del Pacífico Occidental, 11, 4 en el sureste asiático, 11,4 en África, 11 en las Américas, 4,7 en Europa y 4,5 en el Mediterráneo Oriental. Señalan que la bacteria responsable de la gonorrea es especialmente inteligente y cada vez que utilizan un nuevo tipo de antibiótico para tratar la infección la bacteria evoluciona para resistirlo. NOTICIAS. (“Tratar la gonorrea es cada vez más difícil” en Últimas noticias. 9 de julio de 2017. Caracas).
Por encima de las cifras y de los datos que no sabemos si en el fondo están manipulados por laboratorios o corporaciones privadas con fines ocultos para la opinión pública, mercantilistas sin duda, hay cuestiones que podríamos insertar en el discurso para desentrañar lo que anunciamos desde el principio como la guerra de los genes.
Si conectáramos las tesis de Charles Darwin, Oparin y Edward Wilson con lo que se gesta en el universo, que por nada se detiene ni se detendrá, podríamos resumir que la clave de la evolución se inscribe irreductiblemente en el desarrollo de la inteligencia. Es decir, que cualquier cualidad que no facilite el papel de la luminosa razón resultará relegada a un rincón vacío del devenir de la vida, aunque trate a duras penas de imponerse por la fuerza. Y no estamos hablando de los atributos biológicos propios de cada especie, se trata de la materia y de las ideas en términos globales.
Por eso no debe extrañarnos que cuerpos unicelulares desarrollen continuamente diversas maneras para sobreponerse a las barreras y adversidades que les impone el medio físico, a través de una increíble lógica microbiótica. En el mismo plano colocamos a los seres humanos, quienes poseen además de las circunstancias materiales unas construcciones culturales que muchas veces pesan más que las primeras, que para fraccionarlas requieren fórmulas de lucha radicalmente distintas. Sólo así en la historia han eclosionado otras maneras de pensar.
Sin embargo, las barreras son también barricadas y todas fueron hechas para dejar varados a muchos en un incierto paradero. Ahora bien ¿seríamos capaces de creer en este siglo XXI que los cerebros humanos, con más de 86 mil millones de neuronas, no perfeccionan sus 22,000 genes para lograr una inteligencia aguda y apartada de la que hasta ahora hemos cultivado en el jardín de la sabiduría? En tal sentido planteamos que existe la guerra de los genes, pues una nueva inteligencia busca sobreponerse ante tanta irracionalidad, de cuyo avance no escapan los poetas, los artistas y los soñadores.
Estoy seguro que algo se encuentra a las puertas. En las últimas décadas del siglo XX y la primera del XXI la inversión en genética, neurociencias y astrofísica rompió record en los países de mayor adelanto tecnológico. Había un interés, pagado por poderosos inversionistas, por conocer las potencialidades del genoma humano, del cerebro en su conjunto y de la energía infinita del universo.
Pero por escenarios que no se explican, las investigaciones se desinflaron, después que fenómenos antes tan misteriosos como la levitación, la telepatía y la teletransportación se resolvieran con positivos avances. Es más, hay hallazgos que reconocen que de sólo activarse ciertas áreas del cerebro con electrodos se lograría que éste realizara actividades propias de la ficción o de la literatura fantástica ¿Qué se encontró en esas indagaciones tan profundas para que las élites que firman los recursos económicos se sintieran, a mi criterio, tan espantadas y confusas? ¿Será que se les acercó a los ojos esa propiedad humana que lo puede todo, que soluciona cada problema y que logra lo imposible? Al contrario, vemos que en los años en curso el gasto en la industria armamentista, en la cibernética y en la publicidad ha aumentado significativamente.
En el imaginario de la cultura dominante se ha querido retratar al futuro fuera de la evolución del pensamiento, al estilo de la película X Men, a través de mutaciones que causan irrupciones y caos en quienes las padecen. A la inversa, las inteligencias que vienen se parecerán a aquel precepto cristiano que profesa ser “mansos como palomas y astutos como serpientes”. ¡Son los genes los que programarán las aptitudes!
Tampoco será asunto de unos pocos privilegiados, ni siquiera de unos grupos; al revés, implicará una realidad única como nunca antes en la obra de la sociedad, superior a lo ocurrido en los periodos turbulentos que dieron origen a la modernidad y la contemporaneidad. Se avecina sigilosa una transformación neuronal que residirá cifrada en los genes, situación que no conseguirán atajar ninguna de las maquinarias que se ha inventado para adormecer la creatividad y la sensibilidad humana.
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¿Cómo aparecerán estas transformaciones? Los cambios comenzarán por la alimentación. Desde hace años se sabe que un cerebro mejor nutrido funciona y piensa mejor. Nada más reflexionemos un poco por qué China es hoy una potencia en el marco del complejo tecnológico y económico mundial ¿Qué se podría esperar de un continente africano donde sus habitantes se alimentaran adecuadamente, con las proteínas, vitaminas y minerales necesarios?
El siglo XXI va a representar el ciclo en que la mayoría de los pueblos del orbe conquistarán con empuje su derecho a la alimentación. Conforma una urgente necesidad a la cual no se le puede seguir poniendo trabas ni demoras, ya que las resoluciones de las Naciones Unidas desde su fundación proveen todo su apoyo a este derecho fundamental.
Cada vez que la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) emita un informe donde se destaque una mejoría en el régimen alimenticio de un país en particular, máxime si este implementa políticas para disminuir los índices de pobreza, estará también dando el toque de campana que avisará que los ciudadanos piensan mejor y que implementarán las soluciones que naturalmente suministra el pensamiento. Por ventura, y no por casualidad, los más importantes factores para la productividad y la generación de alimentos (agua, tierras fértiles, minerales, trabajadores jóvenes) se ubican en aquellos países que han sido tachados históricamente de subdesarrollados o del tercer mundo.
Pero estoy convencido que los poderes fácticos del planeta tratarán con todos sus mecanismos de afectar las posibilidades de los pueblos en la optimización de sus patrones alimenticios. En tal caso las guerras regionales y locales, así como los procesos de desestabilización política en ciertas zonas propenderán a crear situaciones de caos que trastornen el tejido social tan primordial para que despierte cualquier tipo de inteligencia. Es la desintegración contra la inteligencia social, es decir, los poderes hiperhegemónicos incendiando la pradera de las ideas.
Considero están deteniendo el avance desde hace tiempo, desde distintos ángulos: el político, el económico, el militar y el cultural. Además, es verdad que todavía persiste una guerra por los recursos del planeta tal cual los momentos previos a la Primera y a la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, estamos cerca de que nos demos cuenta que el principal recurso inagotable y potencialmente seguro viene siendo la mente. Las riquezas naturales, llámense petróleo, gas, uranio, agua, oro, hierro, perovskita, torio, coltán u otros, reposarán siempre en la tierra, ajustando su valor a los cambios sociales, empero nada más activo como la mente que posee la capacidad de transfigurar el pasado, el presente y el futuro. La mente se tendrá como el campo de batalla para los genes que asumen la misión de descubrir su manera diferente de concebir la compleja realidad.
Esa forma de pensamiento que se aproxima se imprimirá en la genética neuronal y nos dará a todos en el futuro la posibilidad de avanzar por caminos alternativos a los dispuestos por la cultura dominante, la cual despunta siempre con una visión más mercantilista que resolutiva de la existencia.
Todavía al ser humano le faltan posibilidades que abordar como el doble o el triple pensamiento simultáneo, la intuición avanzada, la memoria activa y no degenerativa y el conocimiento cabal de otras dimensiones físicas.
En este vértice hay que mencionar la aparición de renovados poetas, los cuales reinventarán el verbo y los sentimientos. La poética comporta la forma más original de saltar a un genuino lenguaje simbólico, puesto que se ha olvidado que las palabras tienen la misma fuerza que las estrellas, los mares y los brazos de los dioses. Esas señales mágicas que aperturaban una entrada en la cueva de Alí Baba y sus cuarenta ladrones volverán a tener su efecto contundente sobre las dificultades que tejen la estructura material.
¿Acaso la palabra no se revestirá de mayor agudeza, de más sabiduría, con osadía trasformada… si lo mismo hacen los microbios y las partículas más precarias del caldo viviente? Incluso las viejas desigualdades que se mantenían entre una poética académica y otra popular se diluirán para disponer el camino hacia una poética social ligada a la praxis del pensamiento.
No es de sorprender que esa suprema posibilidad espiritual y mental que se le acerca a la humanidad tenga algo que ver con los ingentes gastos que se procuran para concretar proyectos en robótica. Revísese el proyecto WASP (Wishful Automatic Spanish Poet, el Aspirante a Poeta Automático Español) de la Universidad Complutense de Madrid, a cargo del profesor Pablo Gervás, con más de veinte años de esfuerzo, en la línea de la programación del lenguaje natural. Como he escrito anteriormente ya las supercomputadoras pueden copiar los procesos creativos de ciertos escritores siguiendo modelos algorítmicos. WASP resume un programa informático y escribió estos versos bajo la influencia poética de Federico García Lorca: “Yunques ahumados / sus muslos se me escapaban como / peces sorprendidos / la mitad llenos de alas”.
Esta descomposición del lenguaje natural a través de los procesadores conseguirá sin duda mejorar el trabajo intelectual en muchos ámbitos. Actualmente la industria creativa (dibujo, escritura, diseño, cine, otras) incluye más trabajadores en el mundo que la industria automotriz ¿Tendremos el mismo panorama en diez o veinte años cuando los programas de las máquinas realicen gran parte de los procedimientos que antes únicamente eran territorio de la inteligencia humana?
De modo que los poetas tienen un desafío en este deslumbramiento civilizatorio que se irá poco a poco acomodando a las inteligencias artificiales, originar un impulso adelante en la industria creativa o en la producción de bienes culturales, como prefiero denominarla. En el proceder de su actividad escritural el poeta debería dejarse invadir por las siguientes interrogantes: ¿Hasta qué punto mis ideas pueden ser analizadas y copiadas por un computador? ¿Qué puedo dejar a salvo ante el ascenso matemático de las máquinas?
A los poderes económicos globales les costará tomar en cuenta los verdaderos aportes de la inteligencia humana porque practican en sus planes de inversión el arte de la subestimación o de la indiferencia. Siempre planifican cada paso que apuestan; por eso se esgrime en Europa la propuesta de las robotasas que serían todos aquellos impuestos que pagaría la industria por cada robot empleado, por cada uno que sustituya la mano de obra tradicional. De una u otra forma introducirán la mayor cantidad de máquinas inteligentes en la producción porque entrevén que la acumulación de capitales se va a transformar como nunca en la historia del capital.
Puesto que estamos claros que los que tienen fortunas no se dormirán con los brazos cruzados en esta cruzada por la acumulación estrepitosa de riquezas, mucho menos escuchando alegatos éticos, corresponde a las sociedades elevar la discusión más allá de los términos de pérdidas y ganancias, ya sea de fondos o de espacios laborales. El meollo estriba en qué actividades físicas e intelectuales vamos a renunciar para colocarlas en manos de los cyborgs o de las inteligencias artificiales. En este punto a los Estados les tocará legislar con mucha conciencia al margen de las fachadas propagandísticas, panfletarias y comerciales. Porque si las maquinas agarran el timón de lo que se ha de hacer y pensar los cerebros reposarán en una seca inactividad y por más alimentada que se halle la persona ningún cambio acaecerá en ese camino delicado donde Sócrates concluyó que no sabía nada y Descartes pensó para vivir.
Lo que presienten algunos es que sí los seres humanos poetizan o piensan en otro nivel hasta ahora desconocido, los robots y el resto de las máquinas superinteligentes se arrumbarían como objetos roñosos de colección. Pregúntese usted ¿sucederá esta transformación kafkiana en el sol del mañana, empujada por una cadena de genes programados?
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Esta última parte la dedicaré al tema de las redes y contraredes desde direcciones diametralmente opuestas.
Tengo que explicar de entrada que subsisten dos tipos de redes. Unas físicas, sociológicas, que hacen el día a día, las relaciones de persona a persona y por las cuales se manifiestan los pueblos en su intrínseca idiosincrasia. Silenciosamente a ella se oponen una infinidad de fenómenos no espontáneos, muchos fabricados por intereses económicos inicuos, designados como las drogas, las guerras, las crisis, las desigualdades, la pobreza, la exclusión, la intolerancia y el racismo por nombrar unos pocos.
El más actual de ellos, sin que a estas alturas apreciemos su verdadero riesgo, se refiere a aquella realidad virtual levantada casi sobre las cenizas de la sensibilidad y de las prácticas ancestrales. Se trata de las aludidas “redes sociales”: Facebook (con más de 1.860 millones de usuarios activos al mes en todo el mundo y con ganancias para el año 2016 de 27,600 millones de dólares), Twitter (con aproximadamente 313 millones de usuarios activos), Instagram (con más de 700 millones de usuarios), y otras. Según estudios científicos, entre ellos los de Daniel Goleman, que en un principio las enalteció, estas “redes virtuales” permiten a largo plazo alejar cada vez más a las personas alienando la esencia comunicacional de la condición humana.
Por nada me declaro un enemigo acérrimo de las nuevas tecnologías comunicacionales ni de internet, pero a estas mal definidas “redes sociales”, que incluyen más individuos que varios países juntos, les están lloviendo críticas debido a que la dirección que han tomado no es la adecuada desde lo socialmente ético. Las “redes” y la Big Data son usadas para la acumulación desmedida de capital y han proyectado sin medida su propio lenguaje sintético.
Son controladas desde servidores ubicados en países hegemónicos como Estados Unidos y muestran una tácita intención de mantener un mapeo tanto de los mercados como de las áreas de consumo según los gustos confeccionados por los grandes laboratorios económicos.
De seguir esta situación, de que cada quien pueda entrar y salir de unas “redes” tan lucrativas para portentosas corporaciones, que todavía no funcionan suficientemente reguladas por los Estados y los organismos supranacionales, continuarán privando los propósitos particulares sobre ciertos derechos sociales fundamentales.
Los gobiernos y las naciones tendrán que poner los pies sobre la tierra para canalizar la producción de bienes culturales a través de actividades menos virtuales, que tengan impacto a nivel local y comunitario, ya que las “redes digitales” nos envían la sensación de que estamos caminando alrededor del mundo cuando en el fondo no somos nada para ellas, un minúsculo usuario que puede suplantarse por un robot, en realidad un efímero consumidor de servicios electrónicos.
Por otra parte los poetas tienen que convencerse que la literatura, el arte, la creación, la ciencia y las tecnologías encarnan sólo una referencia para seguir impulsando la vida con juicio y carga de sentimientos. También tenemos que persuadirnos que la “redes” e internet, reconociendo sus ventajas, se perpetuarán cual gran negocio para quienes las implementaron, por lo que los países tienen que crear sus propias plataformas tecnológicas con fines y experiencias contrapuestas a las que han prevalecido. Lo que han tenido que afrontar Rusia y China por colocar dos ejemplos.
La poética de las realidades virtuales y de la robotización no debería imponerse indiscriminadamente sobre la humanidad. Si la complejidad absoluta del lenguaje pudiera ser usada por las computadoras tendríamos en el futuro menos esfuerzo en ciertos ámbitos del sistema laboral, siempre y cuando creyéramos que eso significa el extremo de la carrera por desenterrar la comprensión sublime del universo.
No resultará tan fácil de digerir el viejo estilo de Isaac Asimov, donde los robots comparten con los seres humanos las bondades de una sociedad feliz. Entran en juego otros factores que parece que a la robótica le serán ejes imposibles de controlar como la declinación ambiental, las ambiciones de ciertos grupos de poder, la pobreza, las desigualdades, los conflictos y la lucha social por la supervivencia.
Aunque muchos no lo crean en lo ínfimo de lo invisible se están dando fricciones entre dos tendencias, como suele ocurrir entre las bacterias y los antibióticos. En las redes, las físicas y las digitales, se despliegan en conflicto esas dos fuerzas genéticas, una tendiente a mantener las cosas tal y como están ―presa del materialismo y las ansias económicas― y otra inclinada a deshacer los obstáculos que encierran las alas del pensamiento ¿Serán algunas “redes” un remedo atrapado de lo que es capaz de revelar el ser humano con su insumiso cerebro?
Los poetas no deben entregar sus mejores armas, la sensibilidad y la escritura, porque los genes estarán allí dando lo mejor de sí para dejar su huella marcada en aquellos y aquellas que levanten la cabeza sin expresar que están marchando sobre las ruinas de otros. A estas horas todo lo que se mueva será gracias a ellos, sobre todo a unos que tomarán bajo sus filas a los truenos que retumben / a los ojos menos dormidos / a los corazones que palpitando muevan hacia adelante el flameado reloj solar.
Jorge Ávila (Venezuela, 1976) se licenció de profesor en Ciencias Sociales, tiene cursos de postgrado en la UCAB (Caracas) y en la UBV (Caracas). Dedicado a la docencia por más de quince años. Se interesa por la narrativa, en especial la escritura de ensayos y cuentos.