Jorge Arroyo
Sé que no tengo derecho a ser juglar de sus tragedias,
cuan débil es la lumbre que las tizna con mis sombras dactilares.
Los versos funden mal: quedan rastros en los surcos
de mis manos, malbruñidas, impuras,
que la angustia mastica,
la angustia de escribir con sangre de otrxs,
la angustia de ser hombre.
Sé también del poco mérito de hablar del propio mundo,
el enmarcado por las señas en el rostro de mi hambre,
tan farsante que es más gula
de gemir de sed en medio océano,
de no levantarme de mi cama navegante,
de dejar destendida la zozobra.
Sé, además, de la estulticia de cantarle al mundo otro,
el que nos traga, el lamepiés. Ese, no es mío.
Soy un fósil en la época del alma
cibernética, el tuétano
enmarcado por el cuerpo del pasado,
la huesa de mis padres
que trocó
su falo en fallo.
Quedando clausurados
el lugar que regurgito,
el que paso de largo,
el que devoro,
no quedó más que escribir que,
entre hombre y hambre
se comparten
tanta ausencia
como letras.
Jorge Arroyo (Chihuahua, México) es egresado de Lingüística por la ENAH y poeta. Le interesa la diversidad de género y sexual, las masculinidades y la incidencia social y política. Aficionado a la ciencia ficción por ser el laboratorio de otros mundos, a la poesía por serlo de otros sueños y al lenguaje por ser el puente entre ambos. Practicante del Slam Poetry y del origami.