MARÍA DEL CARMEN MACEDO ODILÓN
Jorge Luis Borges (1952, p.6) en su artículo “Sobre Oscar Wilde” escribe la siguiente frase: “Una observación lateral. El nombre de Oscar Wilde está vinculado a las ciudades de la llanura; su gloria, a la condena y la cárcel”. Y es precisamente la cárcel el escenario donde Wilde pasaría dos años de su vida cumpliendo una condena por el cargo de “conducta indecente” por la acusación de sodomía del marqués de Queensberry.
La Balada de la cárcel de Reading, (The Ballad of Reading Gaol) es un poema dividido en seis cantos, publicado el 13 de febrero de 1898 y que narra el preámbulo a la ejecución de Charles Thomas Woodridge, un hombre de treinta años condenado a la horca por uxoricidio. La primera estrofa dice:
Ya no vestía su casaca escarlata,
porque rojos son la sangre y el vino
y sangre y vino había en sus manos
cuando lo sorprendieron con la muerta,
la pobre muerta a la que había amado
y a la que asesinó en su lecho. (Wilde, 1989, p.857).
Wilde nos lleva a compartir con él los últimos instantes de la vida del preso: cómo éste contempla los rayos del sol con una mirada triste, cual si fuera la llama de su vida a nada de extinguirse con la más ligera brisa de aire, la sensación de muerte en la cárcel, el comportamiento del alcaide, guardias y los demás presos, incluso de la colocación de la soga que dará fin al condenado. Wilde se compadece por un asesino a quien no ha despojado de su condición de ser humano y se porta comprensivo con su desgracia en la siguiente estrofa:
Aunque todos los hombres matan lo que aman,
que lo oiga todo el mundo,
unos lo hacen con una mirada amarga,
otros con una palabra zalamera;
el cobarde con un beso,
¡el valiente con una espada! (Ibid, p.857).
Me parece muy interesante que Wilde llame valiente al que mata por su propia mano, como en el caso de Thomas Woodridge, mientras que el cobarde es aquel que engaña con la labia y emplea a la sensualidad como arma, o en el caso de este verso, con un beso. En este punto, ¿hasta dónde la sociedad ha tergiversado la idea del amor como un asunto de poder, donde el dominante decide qué hacer con el pasivo a quien considera su pertenencia? Y justamente, Wilde tiene un aforismo que dice: “Todo se trata de sexo, excepto el sexo. ´El sexo se trata de poder´”. Relaciono este asunto con la decadencia del amor, el cual se ha cargado también de una lucha de poder donde el más tenaz, (taimado o dominante) mata lo que ama, como se le adjudicaría más tarde a Lord Alfred Douglas como responsable del infausto final de Oscar Wilde.
Al retomar el texto de Borges (1952, p.6) éste menciona “Wilde, un hombre que guarda, pese a los hábitos del mal y de la desdicha, una invulnerable inocencia”. Este carácter inocente es el que dota a la Balada de la cárcel de Reading de una enorme carga de piedad, donde el lector, cual testigo de Woodridge, se convierte en un compañero y no en un verdugo, dado que el castigo por asesinar a su cónyuge, es decir, la horca, es ya suficiente penitencia como para emitir un mayor desprecio por el hombre, o al menos, así lo considera Wilde, quien también preso se ve como la sombra de lo que fue; dejó de ser el dandy para ser reducido a un hombre que respondía al código de identificación C.33 (bajo el cual firmó la primera versión del poema), una paria de la sociedad londinense. El prólogo de la Balada de la cárcel de Reading, escrito por Francesco Mei (1899, p.3) retoma una frase de Wilde al respecto de la decadencia de su grandeza: “El sufrimiento es posible, y tal vez necesario, pero la pobreza, la miseria… He ahí lo terrible. Lo que ensucia el alma de un hombre”. Esta pérdida de su identidad se ve también ejemplificada en la dedicatoria que escribió Wilde de este poema a Robert Ross: “Cuando salí de la cárcel, unos me esperaban con ropas y especias; otros, con buenos consejos. Tú me esperaste con amor” (Íbid, p.3).
Este amor, a diferencia de la estrofa a la que antes me referí, está más cerca de un amor sublime en el sentido estético y hasta moral: es bello y genera una emoción en el que lo da y en el que lo recibe. En este punto, no sé si el poema de Wilde concuerda con la idea de que el arte perfecto crea su propia idea de la hermosura con base en la realidad y de esta forma puede elevar moralmente al hombre. ¿Podría ser que la hermosura de la realidad es el hecho de que las personas pueden morir por amor?, porque sus pensamientos y anhelos se han sublimado de tal forma que justifican cualquier otra instancia en contraste con el pensamiento de que el arte nace de un “instinto de imitación” y de un deseo instintivo de plasmar o describir algo. Con este poema Wilde escribe acerca de la inminente llegada de la muerte y cómo un hombre vive sus últimos días redescubriendo todo aquello que antes nunca le hubiese sido importante. El autor entonces plasma todas aquellas impresiones en los versos que más tarde publicará con la idea de que sea el lector quien, como dice Viñas Piquer (2002, p.237) en Historia de la crítica literaria “con la poesía los márgenes para que trabaje la imaginación del lector son muy amplios (…) el arte no es imitación de la realidad exterior, sino expresión de aquello que el sujeto lleva dentro”. En esta obra, Viñas Piquer (Op. Cit. p.242) aborda una perspectiva que creo puede homologar la idea que pretendo abordar mientras expresa que para Kant:
La emoción que provoca una obra no tiene nada que ver con la belleza. De donde se deduce que obras que suscitan grandes emociones en la gente pueden no ser bellas. Pero Kant llega hasta este punto para dar un paso clave: introducir el concepto de la «sublimidad». Pues la sublimidad es un concepto relacionado con ciertas emociones y de ahí se deduce ya que no tiene nada que ver con la belleza -recuérdese: la emoción no pertenece al campo de la belleza- (…) Kant cree que la sublimidad está en nosotros, y no en los objetos: es una idea y, por tanto, pertenece al ámbito de nuestra razón, y no al mundo empírico.
La decadencia de la sociedad al deformar un concepto como el amor, al llenarlo de etiquetas y títulos de propiedad, es un campo abierto para la resiliencia de otro tipo de belleza. Lo que Wilde transmite en sus versos es la fragilidad, la tristeza y también la penitencia, la incomprensión y el arrepentimiento, lo cual es también la situación por la que él atraviesa, puesto que un “amor que no se puede nombrar”, un amor más enfocado a lo platónico fue el motivo de su encierro y eventualmente la razón de su muerte; una muerte no valiente (a causa de una espada o cuerda), sino una muerte cobarde (debido la difamación, el desprecio y el olvido). Y es en esta crueldad donde radica su valía. Donde la sublimidad del sufrimiento humano provoca una serie de emociones que se alejan de lo hermoso, pero es justamente esta crudeza su principal atributo estético.
Me gustaría pensar en la Balada de la cárcel de Reading (Wilde, 1967, p. 858) como una extensión de la vida de Wilde, donde sea él quien:
No retorcía ya sus manos
ni se amargaba con gemidos,
y nada ya lo entristecía;
pero bebía el aire tibio
como si calmara sus dolores:
¡Y bebía sol como vino!
Finalmente, Wilde, como genio literario, crítico, de la literatura británica, esteta, mártir y ser humano ha sido reivindicado como uno de los escritores más grandes, y en ese sentido pienso en sus versos: “¡El que vive más de una vida/debe morir más de una muerte!” (Op. Cit. p.862). El escritor es un viajero del tiempo, y así como día a día hay más lectores que descubren la obra de Wilde, también día a día se limpia su nombre, primero como ciudadano y luego como artista. Su tumba colmada de besos atienda a la necesidad de morir más de una muerte: otra llena de sus amigos y admiradores y otra más donde es recordado por su talento y no por su vida privada.
Y esta verdad, sépanla todos:
Que todos matan lo que aman.
Los unos matan con su odio,
los otros con dulces palabras:
El que es cobarde, con un beso.
¡Y el valiente, con una espada!
Referencias
Borges, Jorge Luis. (1952). “Sobre Oscar Wilde”. En Otras inquisiciones. Bs.As.: Sur, pp.1-6.
Viñas Piquer, David. (2002). Historia de la crítica literaria. España: Ariel, 600 p.
Wilde, Oscar. (1967). Obras completas. Madrid: Aguilar, 1320 p.
Wilde, Oscar. (1899). The Ballad of Reading Gaol. London: Leonard Smithers, 52 p.
María del Carmen Macedo Odilón (México) es bibliotecóloga, hispanista en formación y estudiante de Creación literaria. Escritora emergente, diseñadora de clóset, activista invisible y consagrada loca de los gatos.