ICELA LIGHTBOURN
Anoche soñé que me subía a una plataforma de diez metros y me lanzaba con un clavado inverso en la fosa lila como si fuera un competidor olímpico.
Los jueces me calificaron con dieces. Al querer salir del agua me di cuenta que la orilla de la alberca era tu párpado inferior del ojo izquierdo. Como pude me paré en el filo que habías delineado por la mañana con un lápiz negro. Tus pestañas eran ramas gruesas. Desde ahí veíamos lo mismo: sobre la pirámide de Keops y la Esfinge moría el sol naranja. El viento cantaba entre tu pelo y tu ropa. De pronto te volteaste y vimos el Nilo que corría inverso en otro tiempo y espacio. Te acercaste al torrente gris para encontrarte en su cristal. Entonces nos vimos en el espejo milenario. Mujer egipcia, con pies en Constatinopla, manos en Berlín del este, torso en el Buenos Aires de Perón y cabeza en la luna.
Me distraje y perdí el equilibrio pero alcancé a componer la figura y me sumergí en el líquido sagrado con más gracia que en la zambullida anterior. Al emerger escuché una gran ovación del público que apoyaba el diez que me dieron los jueces en la final olímpica por mi clavado inverso en la fosa de diez metros.