DAVID FERNÁNDEZ SANTANO
para A.
Estoy pensando en qué escribirte
mientras bajo a por el pan
un domingo a las nueve de la noche.
Seis o siete chavales en sus flamantes automóviles,
ya borrachos, en una esquina del aparcamiento
y los veteranos desde la terraza del bar.
El paquistaní me sonríe por cortesía
y sirve mientras lucha un atardecer más
en una tierra muy lejana.
Un viejo está en mitad del pasillo,
sin hacer nada,
extrañado.
Apenas hay tráfico,
pero siguen parpadeando los semáforos.
El barrio se ha puesto el pijama
a estas horas,
todos estamos cansados.
No sé qué puedo decirte
por carta ni por poema.
Quizá todo esté ya hecho.
Pero ambos sabemos, en el fondo,
que todavía hay camino
tras este horizonte abierto
de ciudad y vida
y que, en silencio si hace falta, lo haremos juntos.