CAMILO RODRÍGUEZ
Quizás sufrir no sea caída vertical
sino un amplio surco empantanado,
un hondo miedo porque el amor se acaba
y así se esfuma la magia evocadora.
¿Será quizás un negro mar de angustia
que va llenando el vientre gota a gota?
Quizás sufrir sea la impotencia
de ver morir el sol,
y de observar a los cuervos de la duda
devorando infames el nido de la infancia.
Por eso hace falta un Bálsamo sagrado
para ungir nuestros miedos profundos,
una forma de pasear al vértigo por un Ayer,
por un tranquilo atardecer en Roma,
por sus paredes blancas y lejanas,
por una honda ventisca
que va arrastrando las latas vacías
y que espolea unas frazadas
mientras bailan
juguetonas
a lo alto de un balcón.
Entre tanto
el sol habrá asistido,
generoso,
al ritual que nos limpia las heridas.