AGUSTÍN ORIHUELA
El origen de la creación literaria ha sido analizado por los más importantes psicoanalistas. Sigmund Freud estudió las leyes que rigen el proceso de creación, la ficción y la personalidad del escritor, intereses que quedaron plasmados, entre otros, en El delirio y los sueños en la Gradivia de Jensen y en los estudios sobre las obras de Shakespeare (El mercader de Venecia, Hamlet y El rey Lear) o de Sófocles (Edipo rey). En su escrito El poeta y los sueños diurnos, Freud plantea que la creación literaria tiene su origen en la manifestación de un deseo inconsciente: compara la creación poética con las fantasías de los adultos y concluye que el escritor “nos pone en situación de gozar en adelante, sin avergonzarnos ni hacernos reproche alguno, de nuestras propias fantasías” (Freud, 1907).
A partir de los textos freudianos han sido incontables los análisis que se han realizado para estudiar la interacción entre la creación literaria y el inconsciente. Entre algunos de ellos se encuentra el estudio de Marie Bonaparte sobre la producción literaria de Edgar Allan Poe, en el cual concluye que su creación funcionó como un espejo de sus deseos y miedos inconscientes. René Laforgue estudió el reflejo de la neurosis de Charles Baudelaire en su obra. Por su parte, el francés Charles Mauron planteó el método de la psicocrítica para estudiar la obra de un escritor a partir del estudio de las metáforas obsesivas en sus escritos para alcanzar la fantasía original del autor (Milani, 2013).
Si bien los enfoques y las teorías son diferentes, una conclusión común es que los narradores escriben su obra bajo el influjo del inconsciente, los sueños y los conflictos que viven en forma cotidiana. Un ejemplo trágico de la relación entre la creación literaria y el inconsciente es el escritor John Kennedy Toole (1927-1969), autor de La conjura de los necios, una novela alucinante que es parte de la leyenda editorial de Estados Unidos. El libro se publicó años después de la muerte de su autor, ha vendido millones de ejemplares en todo el mundo, obtuvo en 1981 el premio Pullitzer y se volvió objeto de culto.
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John Kennedy Toole nació en Nueva Orleáns en 1937, cuando Thelma Toole tenía 37 años y se había resignado a no tener hijos. “Desde el instante mismo del nacimiento su madre se apoderó de él, como un niño se apodera de su pelota, y nunca más lo volvió a prestar” (Rey, 2009). El padre fue relegado a un segundo plano y “ninguno de los dos tuvo nunca la fuerza suficiente para reclamar por el otro” (Rey, 2009).
A partir de su nacimiento se inició una tormentosa relación entre John K. Toole y su asfixiante madre. Ella “se dedicó en exclusiva a su cuidado, a su protección, a la adoración fanática de su persona” y él “a cambio tuvo que subyugarse a ella, renunciar a cualquier relación: con amigos, con mujeres e incluso con su propio padre, y soportar que donde quiera que fuese ella estuviera allí, siguiéndole a todas partes” (Hernández, 2011).
K. Toole estudió en la Universidad de Tulane, en Nueva Orleáns, y de 1958 a 1961 escapó por primera vez de su abrumadora madre: estudió una maestría en Literatura Inglesa en la Universidad de Columbia, en Nueva York, trabajó en el Southwestern Louisiana Institute, en Lafayette, Louisiana, y en el Hunter College for Women, en Nueva York.
En 1961 regresó a Nueva Orleáns y, ese mismo año, escapó por segunda vez de su progenitora, ya que fue llamado a las filas del ejército estadounidense y enviado a Fort Buchanan, Puerto Rico, en donde impartió clases de inglés a sus compañeros latinos. Ahí, lejos de la presencia de su madre, Toole comenzó a escribir La conjura de los necios. En 1963, con media novela escrita, regresó a Nueva Orleáns a vivir con sus padres, dio clases en el colegio de monjas Dominican College y dedicó toda su energía a terminar la novela, lo cual logró en 1964.
Ese mismo año, John envió su escrito a la editorial Simon & Schuster, en Nueva York, pero se la rechazaron aduciendo que “es un brillante ejercicio de invención (…) pero no trata absolutamente de nada. Y eso es algo sobre lo que no se puede hacer nada” (Rey). A partir de ahí la vida de Toole da un vuelco, lo echan del trabajo acusado de comunista y se vuelve “cada vez más gordo, más depresivo y sufría constantes e interminables dolores de cabeza que alcanzaban fugaces estados paranoicos” (Rey, 2009).
El resto forma parte de la historia literaria estadounidense: John Kennedy Toole se suicidó, su madre encontró años después el manuscrito de la novela y durante varios años se la envió a todas las editoriales conocidas. En 1976 encontró el teléfono del editor Walker Percy, a quien telefoneó, y un día se presentó en su despacho con el escrito. A Percy no le quedó más remedio que iniciar la lectura y descubrió a un personaje singular, de quien el mismo editor señala:
Ignatius Reilly, sin progenitor en ninguna literatura que yo conozca (un tipo raro, una especie de Oliver Hardy delirante, Don Quijote adiposo y Tomás de Aquino perverso, fundidos en uno), en violenta rebeldía contra toda la edad moderna, tumbado en la cama con camisón de franela, en el dormitorio de su hogar de la Calle Constantinopla de Nueva Orleans, llenando cuadernos y cuadernos de vituperios entre gigantescos accesos de flato y eructos (Kennedy, 1992: 10).
Cómo el inconsciente influyó, o no, en el proceso de creación literaria de Toole sigue siendo motivo de discusión. Lo cierto es que la vida del autor y la de Ignatius Reilly tiene demasiados puntos en común que vuelven trágica esta relación. Aunque el mismo Toole descartó en una carta que la novela sea “autobiográfica, aunque tampoco una invención” (Rey, 2009), en el texto y en la vida real hay un paralelismo entre un personaje solitario, con una madre agobiante cuya presencia sepulta las aspiraciones personales de ambos personajes; hay una ausencia del padre y una nula relación con otras mujeres.
Otro punto en común entre la novela y la vida de Kennedy Toole es la búsqueda, consciente o inconsciente, de una escapatoria a su situación familiar, en especial a su madre absorbente. En la novela Ignatius mantiene correspondencia con Myrna Minkoff, una antigua amiga suya quien se mudó a Nueva York, y le escribe en una de sus cartas:
En fin, Ignatius, si decidieses cortar el cordón umbilical que te liga a esa ciudad estancada, a esa madre tuya y a esa cama, podrías estar aquí y aprovechar oportunidades como ésta (Kennedy, 1992: 86).
¿Es el inconsciente de Toole el qué dicta estas líneas? No es posible saberlo con certeza, pero cien páginas después, Myrna insiste y, en un nuevo guiño, le escribe:
La base de la paranoia es, según mi opinión, el hecho de que siempre estés encerrado en esa habitación y has empezado a recelar del mundo externo. No sé por qué insistes en vivir ahí abajo con los caimanes. A pesar de la revisión completa que está pidiendo a gritos tu psique, tienes un cerebro que podría crecer y florecer realmente aquí en Nueva York (…). Probablemente hayas empeorado viviendo en esa vieja casa miserable con tu madre como única compañía (…). Sal de esa casa, Ignatius, por favor, y entra en el mundo que te rodea (Kennedy, 1992: 176-177).
En la vida real, Kennedy Toole se escapó dos veces de su madre. En la novela Ignatius Reilly, impulsado por su madre y por una serie de circunstancias, logró dos trabajos que lo alejaron, aunque haya sido temporalmente, de su hogar. El primero fue su trabajo en Levy Pants, y su hilarante Cruzada por la dignidad de los Moros; y el segundo es su festivo trabajo como vendedor de salchichas en Vendedores Paraíso Incorporated.
Líneas más tarde, Myrna le avisa premonitoriamente a Ignatius que le “acecha una crisis muy grave” y que tiene que salir “de ese basurero antes de que sea demasiado tarde” (207). En una nueva carta, Myrna le insiste por cuarta ocasión a Ignatius que salga de “esa ciudad decadente” y vaya al norte con ella (286).
Si todas estas llamadas de auxilio pasaron desapercibidas, al final de la novela el mundo se le derrumba a Ignatius, y aparece en su puerta una Myrna salvadora que regresa por él y lo convence de irse con ella y él en un arranque de valentía, o en el triunfo del inconsciente, le confiesa a Myrna:
Llevo semanas hundido en la depresión. Después de todos esos años que he pasado apegado a mi madre, ella ha decidido casarse y quiere librarse de mí. Tenemos que irnos. No puedo quedarme en esta casa ni un minuto más (Kennedy, 1992: 360).
En la vida real, la correspondencia entre la editorial y Toole desvela la fragilidad del autor en sus últimos años. En ella dice tener una parte de su alma en la novela, y puede “ver y oír a los personajes” e incluso dice: “he comenzado a hablar y a comportarme como Ignatius” (Hernández, 2011).
Desafortunadamente, en la vida real Kennedy Toole no encontró a nadie que acudiera en su auxilio. Tras una fuerte pelea con su madre, sumido en el alcoholismo, deprimido y expulsado de sus clases por comunista, Toole se marchó el 19 de enero de 1969 de su casa y después de un viaje de dos meses en auto, del que poco se conoce, el 26 de marzo del mismo año conectó el extremo de una manguera al escape de su auto y el otro lo introdujo por una de las ventanas, encontrando por fin una escapatoria a su vida.
En la novela, cuando Ignatius está escapando de la casa, acompañado por Myrna, ésta le pregunta si quiere llevarse algo, a lo que él (o su inconsciente) premonitoriamente advierte:
―Oh, sí, claro. Están todas mis notas y mis apuntes. No podemos permitir que caigan en manos de mi madre. Podría ganar una fortuna con ello. Sería demasiado irónico… (Kennedy, 1992: 361).
Y, en efecto, su inconsciente lo traiciono de nuevo.
Referencias
Estañol, Bruno (1992) “El inconsciente y la creación literaria” en Nexos. 1 de octubre de 1992.
Freud, Sigmund (1907). “El poeta y los sueños diurnos” en http://www.biblioteca.org.ar/libros/211753.pdf
Hernández, Marta (2011). John Kennedy Toole, el escritor devorado. http://personasconhistoria.blogspot.mx/2011/08/john-kennedy-toole-el-escritor-devorado.html
Kennedy Toole, John (1992). La conjura de los necios. Trad. J. M. Alvarez Flórez y Angela Pérez. Barcelona: Anagrama.
Milani, Sandra (2013) “Psicoanálisis: asedio de la ausencia” en http://www.narrativasdigitales.com/2013/07/11/literaturaypsico/.
Piglia, Ricardo (1997). “Literatura y psicoanálisis” en www.elortiba.org/pdf/Piglia_Literatura_y_psicoanalisis.pdf
Rey, Rafael (2009). La conjura de los necios: cuarenta años de la muerte de John Kennedy Toole. El País Cultural núm. 1020, 12/ VI /2009, Montevideo, Uruguay. http://vespresliteraris.blogspot.mx/2013/08/john-kennedy-toole-una-biografia-y-dos.html