STEVEN JARAMILLO
Van cabeceando en la ventana de un bus,
van amputados por la muerte
que es una caja de sorpresas.
Van como actores de reparto
rellenando el día,
van maldiciendo en sus autos
y tocando la bocina.
Muchos son felices y haraganes como gatos comiendo atún, bebiendo leche,
o se la pasan llorando de la alegría y riendo de la tristeza
–a fin de cuentas burlando tanto la vida como la muerte…–
Otros mantienen pintando con letras, escribiendo en el lienzo,
y cuando se sienten vacíos
se llenan de luna. Van escuchando el sonido de la lluvia
y descifrando una canción,
caminan fusilados por ideas inexactas
mientras poetizan
y se caen descuidados a un charco
para levantarse con alas. Viajan y se adentran
en temas remotos,
cantan en la ducha
y componen una sonata a la vez.
Otros más
andan con su cabeza gacha
e incrustada
en un celular, casi biónicos, muchos otros
van olvidando su niñez
o con la sonrisa derretida y el alma disuelta…
Algunos
deambulan en círculos,
otros permanecen estáticos
como minotauros sin patas y peor aún: catalépticos.
Algunos otros son azules
como el Valium, aborrecen todo y no disfrutan nada,
viven una antivida,
se vierten por el drenaje
o se suicidan tantas veces
como resucitan al otro día…